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Libros electrónicos: Un pésimo negocio para las bibliotecas universitarias

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El Licenciado Luis Urdampilleta, docente de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, Contador Público (CPA) – Licenciado en Administración, especializado en Auditoría Informática. Asesor en Proyectos de Inversión, Consultor en temas tributarios y fiscales y Comercio Exterior; ha publicado a través de Linkedin un análisis sobre los libros electrónicos, que Lectura Lab, el laboratorio de la lectura de la Fundación Germán Sanchez Ruipérez, publicó el 7 de Octubre de 2014, acerca de las desventajas de las colecciones de libros electrónicos, para ciertos tipos de bioblioteca, en especial las bibliotecas universitarias y públicas.

 

El reemplazo de las colecciones

Reemplazar las colecciones impresas por libros y revistas electrónicos no es un buen negocio para las bibliotecas universitarias. El préstamo de libros electrónicos presenta grandes limitaciones para los usuarios y las bibliotecas se ven atadas de pies y manos ante un pago anual por suscripción si quieren tener acceso al conocimiento científico, según explica Peter C. Herman, profesor de literatura inglesa en la Universidad del Estado de San Diego, en Estados Unidos.

 

En un artículo que publica en Times of San Diego, Herman explica que hace unos años las bibliotecas universitarias han comenzado a sustituir los libros impresos por libros electrónicos. Aunque puede parecer ventajoso por un menor precio y la facilidad de acceso, nada más lejos de la realidad. Cuando una biblioteca compra un libro en papel puede hacer con él lo que quiera, porque pasa a ser de su propiedad: puede prestarlo, ofertarlos para la lectura en sala, renovarlo o realizar préstamos a otras bibliotecas. Sin embargo –señala Herman–, para permitir el acceso a libros electrónicos las bibliotecas adquieren licencias de uso anuales, sin que el libro pase a ser de su propiedad, bien por el sistema «Patron Driven Acquisition», por el que el vendedor oferta una variedad de ebooks y un número de usos, o la suscripción a una colección.

 

Las restricciones en los préstamos

Para Herman, estos modelos suponen todo tipo de restricciones. Solo un usuario puede tener en préstamo un determinado libro electrónico al mismo tiempo y los editores restringen el número de páginas que se pueden descargar por sesión, en algunos casos no llega al quince por ciento, asegura Herman. Toda posibilidad de préstamo interbibliotecario queda eliminada. Y, finalmente, «queda comprometida la estabilidad de las colecciones», ya que el distribuidor puede retirar títulos de los paquetes que oferta sin previo aviso.

 

Por otra parte, argumenta Herman, la experiencia de leer un ebook es diferente a la lectura de un libro impreso. Varios estudios han demostrado que la lectura en pantallas reduce la comprensión porque requiere un mayor esfuerzo y no facilita la lectura profunda y la concentración. Por lo tanto, objeta Herman, quizás los ebooks sean perfectos para la lectura por placer, pero no para el estudio.

 

Entonces, ¿por qué las bibliotecas están reemplazando los libros en papel por libros electrónicos?, se pregunta Herman. El libro electrónico es una solución barata a corto plazo: el coste de la suscripción anual por cada libro es de entre cinco y nueve dólares, un precio muy barato para libros que rondan los cien dólares. A largo plazo el negocio es ruinoso: las bibliotecas se ven obligadas a pagar cada año para tener acceso a los mismos libros sin llegar a tenerlos definitivamente. En el caso de las revistas electrónicas las suscripciones se han encarecido un seis por ciento cada año, muy por encima de la inflación, y lo mismo sucederá con los libros, augura Herman. En cambio, los presupuestos de las universidades se han reducido de forma importante.

Las bibliotecas, simplemente, están tratando de hacer lo mejor en una mala situación, opina Herman. Los presupuestos se han recortado unos dos mil millones de dólares solo en las dos universidades del estado de California. Por lo tanto –señala Herman–, la mejor solución a este gran problema sería ampliar de nuevo los fondos para las universidades, para evitar tener que tomar estas terribles decisiones.

El problema principal es la forma de adquisición en universidades: generalmente se compra por lotes cerrados que ofrece la editorial en lugar de hacer una compra selectiva de los documentos que realmente interesan.

De esta forma la universidad puede presumir de tener X número de título en electrónico y salir en prensa y escalar en los ranking universitarios. La cuestión es que luego, la mayor parte de esos títulos que se han comprado no tienen un uso real, y se está gastando el presupuesto -cada vez más escaso- en un acto de propaganda, no en satisfacer una necesidad existente.

Lo lógico y rentable es que se comprasen los grandes manuales con muchos accesos simultáneos: eso sí que tendría uso y descargaría físicamente a las bibliotecas. Algo similar sucede con las revistas electrónicas: se opta por comprar grandes lotes de títulos de tercera y cuarta fila en lugar de optar por asegurar los títulos fundamentales para los investigadores. de esta forma se dala paradoja de tener una colección enorme sin apenas uso y para mayor defecto; no se cubren la demanda real de los títulos punteros. Como no hay dinero para todo, es necesario decantarse por la calidad frente a la cantidad.

Las bibliotecas públicas

Por ejemplo la red de bibliotecas públicas de la comunidad de Madrid ofrece libros electrónicos en préstamo: el usuario se lo descarga por 21 días y la biblioteca paga unas licencias astronómicas a la editorial se descargue o no, pues el plazo de licencia es de unos tres a seis meses, además hay un número límite de descargas y el libro que no haya tenido descargas se «pierde», es decir no se amortiza: la editorial ha cobrado por un libro que no se ha prestado a nadie. El comentario es aporte de Maripaz Sanz Álvarez, bibliotecaria, documentalista, profesora y escritora.

Pasa lo mismo que con la música, antes se compraba un vinilo, un cassette, un CD, el registro era propio, y de toda la familia. 

Hoy se descarga la música y esos contenidos tampoco son propios, tampoco pueden ser entregados en herencia. 

Un actor famoso entabló una demanda a una compañía al darse cuenta que todo lo que ha comprado de música digital no quedará de herencia para sus hijos.

Son temas que debemos tomar en cuenta con relación al patrimonio de la Universidad donde trabajamos, ya que finalmente nuestra misión es administrar el patrimonio bibliográfico de la institución, pero si ese patrimonio deja de existir por falta de presupuestos para renovar licencias… ¿Qué vamos a gestionar los bibliotecarios?

Fuente: Lectura Lab – El laboratorio de la lectura de la Fundación Germán Sanchez Ruipérez

URL: http://www.lecturalab.org/story.php?id=5337  – Consultado el 27-8-2015